1939. El joven polaco de origen judío, Borys, caminaba por las calles de Varsovia, algo apurado, ya que llegaba tarde para la inscripción del ejército polaco. Estaba a unas cuadras del cuartel, cuando un sonido, un sonido de una sirena que le quedará grabado por el resto de su vida, aparece repentinamente. Se trataba del rugido de los bombarderos en picado alemanes “ Stuka”, dando inicio a la invasión a Polonia. Borys, paralizado por el miedo, no se podía mover, hasta que una mano lo tironeo de la campera sacándolo de la calle. Allí reaccionó, y siguió al sujeto que lo había tironeado hacia un refugio antiaéreo. Allí permaneció por un día, hasta que los bombarderos cesaron por un breve tiempo, y pudo salir. Fue corriendo hacia su casa, pero el panorama que vió fue desolador: estaba en ruinas, víctima de un impacto de bomba. Decidió irse a vivir al campo, lejos de la capital polaca, de la guerra, y de los escombros, ya que sabía que todo estaba perdido. Arribó a un pequeño pueblo rural, pero Borys no tenía donde vivir. Sin embargo, una familia cristiana sin prejuicios antisemitas (cosa que era algo común en la época) lo aceptó de inmediato.
Allí vivió alejado de la guerra, aunque escuchaba conforme pasaban los años las atrocidades que los nazis realizaban contra los judíos y otras etnias. Tuvo que ocultar su origen judío para que no lo deporten a un campo de exterminio. En esos años, también se enamoró de la hija menor de la familia, llamada Eva y cuando la guerra terminó, decidieron emigrar a los estados unidos, donde compraron unos terrenos alejados para realizar labores agrícolas. Tambien tuvieron 2 hijos, el mayor Christopher, y el segundo, Hershell .
Pasaron los años, Borys y Eva murieron por causas naturales. Los 2 hijos eran quienes se ocupaban de la granja, la cual no estaba pasando una temporada buena…
La historia continuará dp.
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